Pasan las horas de un día que, por momentos, se está volviendo absurdo, raro, demasiado serio para Juan y Marta. Sentados frente a frente, hablan de soledades y no pueden evitar hacerse daño. Hay demasiado amor y demasiadas mentiras por parte de Marta. Hay demasiado desconocimiento y demasiada ligereza por parte de Juan.
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Marta poco a poco se serena y aparta, con suavidad, la mano de Juan que toca su rostro con la levedad del que comprueba la temperatura de un niño. Le mira, los ojos brillantes por el llanto que ha silenciado, un llanto antiguo, un llanto hecho de días y de esperas, de decepciones y de imposibles. Aún así, sonríe a Juan, fingiendo, una vez más.
-No, está bien. Ya ves, otro tío tonto que acabo de sacudirme de encima. A éste ni siquiera he tenido tiempo de presentártelo... eso que te ahorraste, era el más lerdo de todos.
-¿Otra vez, Marta? ¿Otro gilipollas? Siendo como eres una mujer independiente, inteligente, ¿por qué te empeñas en enredarte con esa clase de hombres? Tienes buen gusto, Marta. -Cabecea, medio en serio, medio en broma.-¿Es que no te he enseñado nada?
-Figúrate. Nada, tipo listo. No he aprendido nada... ¡Pero mira qué tienes morro!
Los dos se observan, cómplices otra vez. Marta suspira, aliviada. Entristecida. Decidida a dar un golpe de timón.
-Juan, escucha, ahora en serio. Te noto triste. Como cansado. ¿Tan serio es lo que os pasa a Ana y a ti? ¿Qué te cuesta hacer lo que te pide, si ya compartes todo con ella? ¿A qué vienen esos miedos y esas dudas, a estas alturas? La verdad es que no te entiendo. No os entiendo.
-¿A quién? ¿A Ana y a mi?
-¡No! ¡A los tíos!
-Ya estamos... ¿Me vas a examinar otra vez?
Sonríe Marta. Las palabras que ha dirigido a Juan le duelen. Le duelen, pero son sinceras. Cuánto le gustaría besarle, ahora. Con ese aire de despistado. Con todo ese miedo y todas esas dudas.
-Nooooo. Que los dioses me libren de tamaña ofensa al señor que lo sabe todooooo.
-No te pases, morena. ¿Quieres otro café?
-Pues mira, no es mala idea. Y mientras lo pides, voy a ... como diría una victoriana, a empolvarme la nariz. Vete pensando en contestarme, que no lo has hecho aún, listo.
Marta se mira en el espejo de los servicios de la cafetería. Juan llama al camarero y ordena dos cafés más y, tras dudarlo un instante, otra ración de tarta de chocolate, para compartir. A Marta le gusta leer y le gusta escribir. Quizás es por eso que siempre busca una canción para cada momento de su vida.
Comentarios
Lo cierto es que en estos relatos siempre encuentro algo o a alguien con quien me identifico.
Seguimos a la espera.
Un beso de miércoles soleado.
Un beso
Bien... uno escribe con lo que tiene: lo que ha vivido, lo que le han contado, lo que conoce... y lo que imagina, you know. En cualquier caso, espero que lo que veas o intuyas, te guste...
Pues no sé yo también. A veces, los personajes te dan sorpresas!
Un gran abrazo y un beso